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El valor de escribir fantasía juvenil

 

A veces tengo miedo. De hecho, cada vez que termino una nueva novela lo tengo. Miedo de que ya no pueda volver a hacerlo, como si con ella se hubieran ido todas mis ideas. Miedo de haberme vaciado de historias.

Por eso publico tan lenta. Necesito un tiempo entre un libro y otro.

Es ese impasse suelo escribir relatos breves. Los uso como ejercicio porque me planteo retos para hacer avanzar mi estilo narrativo. Algunas veces, utilizar géneros que no domino, y no me gustan, como terror o erótica. Otras, jugar con los tiempos o la voz narrativa. La mayoría sé que nunca verán la luz, son solo experimentos, pero puede que alguno se salve y acabe en Lektu.

Las dudas no solo me atacan cuando se trata de escribir una novela, también con el blog. A veces me piden un guest post, como esta semana, que el jueves estaré hablando de La biblioteca de los libros olvidados* en el blog de Esther Magar.

En un guest posting el blog anfitrión marcan la línea y el número de palabras. Y yo siempre tengo miedo de no saber hacerlo. Síndrome del impostor lo llaman.

Sabes a qué me refiero; a esa voz. Esa que te dice que no es suficiente, que no vales, que nunca serás buena.

Puede que este sea mi post más personal desde que tengo el blog. Puede. Cojo de nuevo las riendas.
Siempre estoy hablando de escribir fantasía juvenil porque es mi género favorito. Da igual lo que quiera contar, la historia que se arma alrededor de mi idea siempre gira hacia la fantasía juvenil.

He venido a hablar del valor de escribir fantasía juvenil pero podría hablar del valor de escribir en general. Porque hay que ser valiente para dejarte el alma en cada frase y luego lanzar ese pedazo de ti al mundo, para que algunos lo destrocen.

Porque lo harán, tenlo por seguro.

Quizá haya suerte y alguien lo ame. Supongo que es lo que buscamos todos los escritores con cada novela. Yo lo busco. Quiero que mis historias te lleguen al corazón y que te emociones con mis personajes.

Una de mis lectoras, tras haber terminado El don de Haziel me dijo: «Solo puedo decirte gracias, porque mientras la leía fui feliz. Gracias por regalar una historia tan preciosa contada como solo tú sabes. Ojalá pronto vuelvas a hacer magia».

Todavía hoy lo recuerdo y me ilusiono. Es justo eso. Por eso escribo.

 

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Pienso en mis autoras favoritas y de dónde sacan el valor de escribir fantasía juvenil. De donde sacan el valor para escribir en general.

Supongo que al final es todo mucho más sencillo. Simplemente, es nuestra forma de comunicarnos.
Hay algunas personas que expresan su mundo interior a través de la música. Otras, a través del dibujo. Yo siempre me he expresado a través de la palabra escrita. Es mi manera natural de hacerlo y mi cuerpo lo sabe.

Por eso cuando dejo a un lado mis miedos y me pongo a escribir, todo fluye. Cuando apago la voz crítica de mi mente y dejo a mi corazón al mando las palabras salen. Porque yo las amo, y ellas también me aman a veces.

Y cuando lo he hecho, cuando el contador del procesador de textos marca la meta, me doy cuenta de que lo puedo volver a hacer todas las veces que quiera. En lo más profundo de mi interior sé que siempre podré hacerlo.

Pero luego se me olvida.

Y cuando toca volver a enfrentarse con la hoja en blanco vuelven los miedos. Vuelvo a la casilla de salida. A la montaña rusa de sentimientos.

Quizá no haya nacido para ser escritora. Paremos un momento, ¿el escritor nace o se hace?
La idea de haber nacido con un propósito en la vida es seductora, pero si la examino racionalmente no me termina de convencer.

Además, tengo que confesar que lo que da sentido a mi vida no es escribir, sino aprender. Escribir es un aprendizaje continuo, así que me encaja. Además, amo leer y contar historias, y recordemos, la palabra escrita es mi medio natural de expresión. La mezcla de estos factores hacen que sienta, cuando me dejo llevar por el romanticismo, que he nacido para escribir.

Lo sé, en el párrafo anterior he dicho que la idea del propósito vital no tiene sentido, pero, ¡qué bonito es pensar que no somos un proceso biológico aleatorio! Da igual lo que diga mi cabeza, mi corazón quiere creer que tengo una misión en esta vida.

Y este largo post, esta reflexión sobre el valor de escribir fantasía juvenil, sirve también para explicar el por qué de mi último tatuaje.

Quizá no haya nacido para ser escritora, puede que el tiempo resuelva esa incógnita. O no.
Pero estoy segura de que he nacido para escribir. Decidí tatuarme esa frase para no olvidarlo nunca.
Puedo hacerlo, sé hacerlo. Lo haré. Siempre.

 

*Este jueves, 17 de octubre, estará disponible en Amazon La biblioteca de los libros olvidados, una historia de fantasía juvenil escrita a cuatro manos con la gran Jessica Galera Andreu.

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Te dejo la sinopsis, por si te apetece echarle un vistazo:

Keera se ha criado con su estricto abuelo en una vida acomodada de orden y rutina.
Alana ha vivido desde pequeña en una vorágine de frustración. Su madre, guardiana del reino de fantasía de Lívera, no ha dejado ni un solo día de intentar despertar en ella, inútilmente, la magia que le corresponde por herencia.

El día que ambas cumplen diecisiete años descubren que son hermanas gemelas y que unas complicadas circunstancias terminaron por separarlas.

Keera ha de abandonar su escepticismo y dar un paso al frente para recoger el legado de su madre y Alana será libre para perseguir su sueño de ser escritora, pero ambas terminarán metidas dentro del primer libro que esta última escribió y desechó.

Un mundo de fantasía, un cuento patas arriba y unos personajes en estado de rebeldía.

«¿Qué escritor no tiene una historia olvidada en un cajón?»

 

¿Le darás una oportunidad?